
¿Qué es y para qué sirve el cartílago articular?
El tejido conocido como cartílago articular, de tipo hialino, recubre las superficies de los huesos que forman las articulaciones. Su función principal es soportar y distribuir las cargas transmitidas entre estas superficies, permitiendo un movimiento suave y casi sin fricción.
Este tejido vivo está compuesto por condrocitos, las células responsables de producir los componentes estructurales del cartílago. Es decir, las macromoléculas que conforman la matriz extracelular y le confieren sus propiedades de resistencia y elasticidad.
Las lesiones en el cartílago pueden tener un origen degenerativo, como resultado de la fricción continua, la actividad física de impacto repetitivo, alteraciones en el eje de las piernas, el sobrepeso o la presencia de lesiones en meniscos y ligamentos. Todo esto provoca una erosión progresiva y el deterioro de la articulación. Las lesiones también pueden surgir por traumatismos directos.
Es importante destacar que el cartílago hialino carece de terminaciones nerviosas, por lo que no genera dolor por sí mismo. El dolor articular proviene del hueso subyacente, la membrana sinovial, los ligamentos, los tendones o los músculos.
La capacidad de autorreparación del cartílago es muy limitada, ya que carece de vasos sanguíneos. Su nutrición en las capas superficiales proviene del líquido sinovial, mientras que en las más profundas depende del hueso subcondral. Esta falta de irrigación sanguínea, sumada a la escasa cantidad de células, explica su baja capacidad regenerativa.
A medida que envejecemos, el cartílago pierde elasticidad y capacidad de regeneración, lo que influye en el pronóstico y tratamiento de las lesiones. La prevención puede abordarse mediante el control del peso corporal y el ejercicio físico regular y moderado. En cuanto a los condroprotectores, es importante saber que no han demostrado científicamente capacidad para regenerar el cartílago, ofreciendo principalmente un alivio de los síntomas en lesiones leves y moderadas.